VÍNCULOS FRATERNOS RECUPERACIÓN Y SANACIÓN

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La porción de la Torá que leemos esta semana, Beha’aloteja aborda muchos aspectos del deambular de nuestros ancestros por el desierto. En medio de esta compleja y detallada narrativa quiero abrir sólo una ventanita al incidente de la ruptura que estalló en la familia de Moshé.

Hasta ahora, los tres hermanos se nos han presentado como un equipo cohesionado. Miriam, la hermana mayor, estuvo allí desde el principio. Ella controló la suerte del canasto que fue colocado con el bebé en las aguas del Nilo, fue ella quien se apresuró a ponerse de pie ante la hija de Faraón y ofrecer a su madre como «una nodriza de los hebreos», para que amamante al niño. Cuando Moshé comenzó a cantar sus alabanzas después de cruzar el Mar Rojo, fue ella quien convocó a las mujeres para celebrar con cánticos y danzas la salvación.

Aarón, mayor también que Moshé no tuvo durante la infancia del líder ningún papel; pero, inmediatamente después de la revelación en la zarza ardiente se unió a él. La división de roles entre ellos era clara: Moshé era el líder y Aarón el hablante. Aarón lo acompañó, fue su mano derecha y habló por él a lo largo de la ardua lucha con el Faraón. Fue nombrado Sumo Sacerdote en el Tabernáculo, y aun cuando sucumbió a la presión del pueblo en el episodio del becerro de oro, no se debilitó el vínculo fraterno, ni la aparente cohesión de esta tríada y su capacidad para dedicarse a liderar al pueblo.

Y ahora, de repente, Miriam y Aaron «hablan» acerca de Moshé, murmuran sobre él, ¿lo calumnian?, ¿están decepcionados de él? o ¿sencillamente están celosos?

“Habló Miriám y Aharón contra Moshé por causa  de la mujer kushita que había tomado, -ya que una mujer kushita él había desposado. Dijeron: «¿Acaso solamente con Moshé ha hablado Adonai? ¡Ciertamente también con nosotros ha hablado!» y lo escuchó Adonai. (Bemidbar, 12:1-2)

Desde mi perspectiva, están francamente celosos de la conexión que su hermano tiene con Dios. Como todos los personajes bíblicos, Moshé no es perfecto ni está exento de cometer errores, y el texto no nos oculta sus momentos de debilidad. Sus hermanos también los conocían. No es en torno a sus debilidades que murmuran, sino en relación con un asunto puramente personal y que no tiene en absoluto ningún impacto en la naturaleza del rol público-religioso o de liderazgo que él detenta, ya que hablaban entre ellos acerca de su unión con «una mujer kushita».

De acuerdo con algunos comentaristas el de los hermanos de Moshé es un malestar arraigado en el hecho de que esta mujer tenía un color de piel diferente al de las hijas de Israel. (¡Todo un tema por si mismo en este tiempo global que vivimos!)

Este fue el gran «pecado» de Moshé; esta fue la «gran debilidad» por la cual Miriam y Aarón reclaman que ellos desean un vínculo con Dios como el que tiene Moshé, dado que son y han sido parte del liderazgo del Pueblo.

El texto nos relata que Dios llama a los hermanos a rendir cuentas. Es en este punto que Miriam carga con la mayor parte del castigo. Es atacada por la enfermedad de la lepra. (Bemidbar 12: 9-10)

Pero en el momento decisivo, es Aarón quien clama ante el hermano:

Dijo Aharón a Moshé: «Ruégote, señor mío, no hagas recaer sobre nosotros pecado, ya que hemos sido necios, y hemos errado. Y ahora, que no sea ella cual muerto, que al salir él del seno de su madre se habrá consumido la mitad de su carne». (Bemidbar 12: 11-12)

El reconocimiento por parte de Aarón es el punto de partida necesario para la curación. Comienza el proceso de recuperación del vínculo fraterno.

De hecho, estaban celosos. De hecho, su envidia expuso debilidades sociales y espirituales en lo profundo de sus almas.

Es en ese momento que Moshé , el mismo hombre de quien se dice que sufría de un impedimento del habla, clama con palabras claras, concisas y articuladas: אל נא רפא נא לה

«El na refa na la», (Oh Dios, por favor sánala).

No ha dejado de conmoverme esta simple oración pronunciada por Moshé en la hora de necesidad de Miriam. Su brevedad y sencillez no provienen de una menor kavaná (intención), por el contrario, es una invocación desesperada, llena de amor.

Es la plegaria desgarradora de un hermano cuya hermana acaba de ser castigada.

En ese momento todos los desacuerdos desaparecen, y la súplica de su corazón se convierte en palabras en sus labios y nos deja maravillados. Es el ruego que surge desde un lugar profundo de incertidumbre, dolor, búsqueda y devoción. Es una interpelación primaria que se transforma en un grito, una esperanza, una exhortación.

Hoy y acá son muchos los temas que nos preocupan, pero al iniciar este Shabat retomemos la breve plegaria de Moshé para recrearla en nuestros corazones y pedir por salud del cuerpo y del espíritu para todos y cada uno.

El Na Refa Na La (Oh Dios, por favor sánala)… y a él, y a ellos, y a nosotros.

Shabat shel Hajlamat Hanefesh veHaguf.

Que tengamos un Shabat de recuperación física y emocional.

Shabat Shalom Umboraj!

Que tengamos un Shabat de Paz y Bendiciones!