Hoy es Shavuot, primer día de Shavuot en la Diáspora.
La Torá describe la fiesta de Shavuot como una celebración de la cosecha, pero la tradición talmúdica superpuso este enfoque con un tema teológico. Shavuot ocurre exactamente siete semanas después de Pesaj, y en la cosmovisión de los rabinos, la festividad conmemora la revelación divina, el momento en que el pueblo judío se detuvo en el Monte Sinaí para aceptar la Torá y sus mandamientos.
En términos filosóficos, es el movimiento nacional desde la «libertad negativa» – la liberación de la esclavitud egipcia – a la «libertad positiva», la aceptación de valores sociales y morales sustantivos, constitutivos de nuestra común identidad.
Solemos decir, y adhiero a esta posición, que «todos estuvimos en Sinai». Todos sin diferencias de ningún tipo.
Sinai, representa de alguna manera ese momento especial de conversión individual, dentro de un colectivo. Es así que surgió una hermosa costumbre judía de permanecer despiertos toda la noche de Shavuot estudiando la Torá, de modo que cada uno de nosotros judíos post-Sinaí podamos volver a experimentar ese encuentro con lo que nos trasciende, sondear y reinterpretar el maravilloso, misterioso y siempre vigente contenido de nuestras fuentes.
Y durante la mañana de la celebración leemos Meguilat Ruth.
Meguilat Ruth es la más humana de las historias bíblicas; su esencia nos pone en contacto con lo que llamamos «Jesed» , acto de bondadosa compasión que no está sujeto a ningún tipo de conveniencia.
Porque todo el relato es posible gracias al magnífico gesto de Ruth hacia Naomi.
Meguilat Ruth es corta, su trama es elegante. En cuatro breves capítulos, la Meguilá logra dramatizar la profundidad y la belleza de la compasión humana.
Hay dimensiones secundarias, como la conexión del pueblo judío con la Tierra de Israel, la conversión de Ruth al judaísmo, la renovación espiritual de Naomí y el papel central de Ruth en la conformación del pueblo judío. Pero el tema dominante no es ni sionista ni halájico (legal) ni feminista. En el centro de la historia se encuentra la bondad humana (Jesed) y su profunda influencia en la historia.
Y Ruth respondió: “No insistas en que te abandone y me vuelva, porque dondequiera que tú vayas yo iré, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, yo moriré y allí seré sepultada;… sólo la muerte nos separará.”
El Talmud de Babilonia ( Masejet Sota 14a) declara:
«La Torá comienza con un acto de Jesed y termina con un acto de Jesed».
En otras palabras, toda la Torá es Jesed. Es un modelo de cómo vivir una vida de bondad y cómo apoyar a los demás.
Ruth la Moabita esbozó las bases para la conversión, que incluye una conexión dual: La Nacional «Tu Pueblo es mi Pueblo» («Amej Ami») y una conexión religiosa («Tu Dios es mi Dios»). Ruth elige ser parte, y no hay mujer u hombre que le cierre esta posibilidad. Ella está invitada a ser una más en igualdad de condiciones.
En el día en que volvemos a recibir la Tora leemos Meguilat Ruth y nos volvemos a conectar con las dos profundas identidades del Pueblo de Israel: la nacional y la religiosa.
Tal vez sea precisamente el proceso de conversión lo que nos ayude a afinar nuestra identidad dual de larga data y logre revestirla de auténticos momentos de Jesed.
Jag Sameaj!
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