EREV SUKOT 5784 Y PEREGRINAR A TRAVÉS DE LA MEMORIA

Nuestra narrativa como pueblo está superpuesta con el ritmo estacional del mundo. Sukot es la celebración de la cosecha, una de las Shalosh Regalim [las tres peregrinaciones] en las que la población de Eretz Israel llegaba al Templo cargada de bienes de la tierra.

Cuando el Beit Hamikdash fue destrozado, cuando un imperio promulgó un genocidio contra nuestra cultura y forma de vida, nuestros Sabios respondieron revolucionariamente y crearon lo que ahora conocemos como nuestro judaísmo.

En lugar del servicio y sacrificio en el Templo, pronunciamos bendiciones y juntos, invocamos a través de las plegarias.

En lugar de peregrinaciones al Templo, realizamos peregrinaciones a través de nuestra memoria.

Para Pesaj, cuando llega la primavera, y con ella la cosecha de la cebada, recordamos la despedida de Egipto.

Para Shavuot, mientras las granadas maduran y el trigo se extiende en los campos, recordamos la entrega de la Torá.

Para Sukot, cuando todos los productos de las cosechas ya se han recogido en los últimos días del verano, recordamos los largos años en el desierto, años de zozobras, de faltas, de escasez, de temores, años sin hogar.

Acabamos de marcar hace menos de una semana las 25 horas más profundamente introspectivas de nuestro calendario, en las que hemos reflexionado sobre nuestra propia mortalidad y fragilidad como seres humanos.

Quizás sea muy apropiado, que nos movilicemos casi de inmediato para construir una residencia temporal, la Suka, que sólo proporciona refugio parcial de los elementos de la naturaleza, tan esquiva en este tiempo.

Sin calefacción central, ni el aislamiento que proporcionan las paredes huecas. No hay puertas con seguros para aislarnos del mundo, pero sí tenemos al menos tres paredes y un techo capaz de proporcionar sombra, aunque no suficiente refugio de la lluvia.

Sentados afuera en las Sukot ampliamos nuestro sentido de fragilidad, el  que ya experimentamos en Yom Kipur.

No estamos ni completamente afuera, ni completamente adentro.

No estamos totalmente seguros, ni completamente cautivos o cautivados por nuestra fortuna, por nuestros logros..

Estamos seguramente más sensibles y expuestos.

Así es que fuera de nuestros “castillos y fortalezas”, los reales, si los tenemos, y  los ficticios que “nos construimos” muchas veces para preservarnos, para no ver, para no saber,  y separados del impacto de los fenómenos de la naturaleza sólo por una estructura delgada y endeble, tal vez tengamos la posibilidad y nos demos la  libertad de mirar más de cerca y dentro nuestro, dónde se encuentran nuestros cimientos como individuos.

Nuestra tradición enseña que no debemos demorar en construir el refugio temporal (Oraj Hayim 624:5), porque, perdonados y sellados en el Libro de la Vida como estamos, ahora es el momento perfecto para volver al mundo real e invitarlo a entrar.

En nuestro momento de  satisfacción por la tarea cumplida, cuando hemos ya recogimos nuestra  cosecha cuando ya hemos compartido en Comunidad los rituales de expiación y de purificación,  con la familia de Israel a nuestro alrededor, nos disponemos a  vivir y dormir en  Sukot, casi   tiendas de campaña y recordamos…

Recordamos porque sabemos lo que significa no tener nada.

No olvidamos la época de deambular, de quedar sin hogar, de confiar en la bondad de extraños.

Nos apresuramos a construir nuestras tiendas, apenas rotas, para sentir todos los efectos de este dualismo: el de la plenitud y el de la pérdida.

Se nos ordena vivir en Sukot (Levítico 23:43) para recordar que una vez fuimos ani y guer (Pobre y extranjero).

No somos tan arrogantes como para pensar que entendemos cómo se siente la falta de vivienda y cómo se siente la verdadera necesidad, si tenemos el privilegio de nunca haberlo sentido, pero sabemos que podemos recordar.

Que en nuestro recuerdo, sentados  en nuestros hogares temporales, podamos lograr  una solidaridad profunda y real con quienes sufren.

Esta solidaridad que nos llama a la acción a través de la cual deberíamos abogar y  lograr que las condiciones que generan sufrimiento cambien por completo, para todos.

Esta solidaridad es el objeto principal de nuestra tradición.

Esta solidaridad es la que nos impulsa siempre a elegir por el bien y por la vida.

Que podamos hacerlo, para incorporar poco a poco esa alegría del Jag a la que somos convocados.

VESAMAJTA BEJAGUEJA!

SHABAT SHALOM UMEBORAJ

JAG HASUKOT SAMEAJ!

HAAZINU: POEMA, LEGADO, HERENCIA. EL CANTO DEL CISNE DE MOSHE

Los  cisnes no cantan nunca; producen un sonido parecido a un graznido, como un ronquido sordo. Sin embargo,  la cultura popular sostiene que, justo antes de morir, esta ave emite un canto llamativamente melodioso como premonición de su propia muerte. 

A este canto se lo llama el canto del cisne.

Ha’azinu es el canto del  cisne de Moshé,  un poema, su discurso final al pueblo que lideró durante  40 años. Es un grito poderoso del corazón porque quiere asegurarse que la comunidad comprenda los principios básicos de lo que significa ser un israelita. Ha’azinu, es una advertencia para no limitar nuestro enfoque a nuestras vidas individuales. Ha’azinu es un llamado a reconocer cómo nuestras vidas y acciones individuales son parte de una historia mucho más grande.

Yehoshua Ben-Nun, el discípulo de Moshé, «se prepara  en el banco» y el viejo líder nos muestra su  fortaleza al poder mirar a su gente y la tierra que no ha de heredar, y desde esta perspectiva de aceptación y reconocimiento de la realidad cambiante, elevar su voz y legarnos Ha´azinu, este maravilloso poema que está incorporado en la  Parashá de esta semana y profetiza la historia del pueblo judío. Pasa por el éxodo de Egipto, la aceptación de la divinidad y la Torá, el pecado, el exilio, el perdón y el retorno a la tierra.

Este canto incluye cinco niveles: Moshé, el pueblo de Israel, Dios, el universo y, en última instancia, las generaciones futuras o los  lectores contemporáneos.

Es que en este momento culmine de su vida, Moshé aspira a ser escuchado por  una amplia audiencia,  mayor aún que la comunidad de Israel y en un bello versículo clama:

“Prestad oídos cielos, y voy a hablar; y que escuche la tierra los dichos de mi boca.  Goteará cual lluvia mi enseñanza, fluirá cual rocío mi dicho; cual llovizna sobre el césped y cual lluvia sobre la hierba”.

El comentarista medieval  Rashi,  atribuye  estas expresiones a la intención de Moshé de reforzar a través de una  descripción poética, que la  Torá es fuente de vida. Nuestros campos y nuestros cultivos necesitan  lluvia, lloviznas  y  rocío para nutrirse,  desarrollarse y crecer. Moshe espera que los hijos de Israel encuentren en la  Torá palabras que nos nutren y nos sostienen.

Y cuando el canto del cisne culmina,  cuando Moshé terminó de recitar todas estas palabras a todo Israel, les dice:

“Poned mientes a todas las palabras que yo pongo por testigo contra vosotros, el día de hoy; que habréis de prescribirlas a vuestros hijos, para cuidar, para cumplir, todas las palabras de la Torá, esta.  Pues  no cosa vacua es, de vosotros;  ya que ello es vuestra vida y con esta cosa prolongaréis días sobre la tierra, a la cual vosotros vais a cruzar el Iardén – allí- para poseerla”.

A medida que nuestro viaje a través del rollo de la Torá se acerca al final y al nuevo comienzo concomitantemente, es bueno preguntarnos: ¿qué significa tomar en serio la Torá, tal como Moshé nos instruye aquí?. ¿Qué significa observar fielmente todos los términos de sus enseñanzas para entender la Torá como «nuestra propia vida»?,

En mi humilde opinión significa que la única manera de hacer que la Torá sea  parte de nuestra vida es bailar con ella, a veces salvajemente y a veces suavemente, a veces con furia y a veces con ternura, a veces acunándola en nuestros brazos, a veces pasándola por la habitación de mano en mano. Significa abrirnos a la sabiduría de nuestros antepasados, y a su ocasional torpeza también. Significa abrazar la voluntad de estar equivocado, y la voluntad de estar en lo cierto, y la voluntad de seguir poniendo un pie delante del otro, paso a paso. Significa que en definitiva no somos poseedores ya de una verdad sino eternos buscadores de alguna verdad.

Porque de esto se  trata todo:  girarla y girarla, seguir cantando, enriqueciendo la melodía,  porque todo está dentro, sabiendo todo el tiempo que lo importante no es cómo caminamos por los senderos del judaísmo, sino, que nos importa lo suficiente como para seguir y seguir caminando.

En este Shabat Shuva en que leemos Parashat Ha´azinu tomemos este canto del  cisne de Moshé, su poema, su discurso final al pueblo que lideró durante  40 años, como un grito poderoso del corazón para no limitar nuestro enfoque sólo a nuestras vidas individuales. El canto de Moshé en Ha’azinu es un llamado a reconocer cómo nuestras vidas y acciones individuales son parte de una historia mucho más grande.

Que mediante palabras,  acciones, o simplemente por nuestra presencia en los momentos justos junto a los que queremos,  podamos expresarnos y salir de nuestros aislamientos elegidos. Que podamos seguir caminando hacia nuestros objetivos y encontremos dentro nuestro y apoyados por nuestros afectos, la fuerza y la entereza para atravesar una y otra colina.

Que podamos recalcular, cambiar el rumbo y seguir siendo quienes queremos ser, aun cuando esto signifique modificar proyectos propios o de otros.

En este Shabat previo a Yom Kipur veo  con claridad que este es el momento de renovar energía  para batallar por un mundo mejor.

Es la oportunidad de mantener conversaciones honestas y cuidadosas del otro.  

Tiempo de cantarnos las verdades aunque sean dolorosas y no dejar pasar lo que consideramos injusto. Es también el tiempo  de volver a desearnos un año de Salud, de plenitud y de sueños realizados, un año de tranquilidad y paz en nuestro país y en Medinat Israel.

SHABAT SHALOM UMEBORAJ!

LESHANA TOVA TIKATEVU VETEJATEMU!

KI TAVO 5783: CUANDO LA MEMORIA NOS CONSTRUYE Y NOS CONSTITUYE

Y será que cuando vengas a la tierra que Adonai tu Dios, te concede a ti, en heredad, y la poseas y te asientes en ella: Habrás de tomar de las primicias de todos los frutos de la tierra -que recogerás de tu tierra- la que Adonai tu Dios, te concede a ti, y lo habrás de poner en un cesto, y te encaminarás hacia el lugar que habrá de elegir Adonai tu Dios, para hacer morar Su Nombre, allí. Y te allegarás al cohen -el que haya de estar en aquellos días- y le habrás de decir: ‘He manifestado hoy ante Adonai tu Dios, que he venido a la tierra que había prometido Adonai -a nuestros patriarcas- conceder a nosotros”.

Estos son lo versículos que abren la Parashá de esta semana. Parecen sólo un instructivo de lo que debemos hacer al llegar a la Tierra Prometida:  cuando lleguemos y entremos, debemos ofrecer las primicias de la tierra a Dios y debemos recitar: «Mi padre era un arameo errante…» – versículo que incorporado a nuestra Hagada de Pesaj, da cuenta de las experiencias dolorosas algunas, esperanzadoras otras, que el periplo – el viaje que emprendimos para llegar, nos deparó.

Estas fueran instrucciones para nuestros ancestros en un lugar y un momento específicos.

¿Qué nos dicen hoy?

 Esto es lo que creo que dicen:

  • Cuando llegues al lugar de la promesa, detente y recuerda de dónde vienes…
  • Cuando alcances aquello que has estado esperando y por lo que has estado trabajando, haz un alto en el torbellino de acciones que tienes ya proyectadas, agradece y honra el carácter sagrado de tu propia historia, de tus memorias…
  • Cuando llegues al tiempo hacia el que has estado caminando, corriendo, anhelando o andando penosamente, cultiva la gratitud y luego repítete a ti mismo cómo llegaste allí.
  • Cuando finalmente «llegues allí», donde sea que «allí» sea para vos…
  • Cuando llegues a un acontecimiento importante, después de tiempos difíciles…
  • Cuando llegues, dentro de tan sólo dos semanas, a este Rosh Hashaná, después de un largo y complicado año…
  • Cuando te des cuenta de que lo que anhelas ya es tuyo…

…Recuerda la parte más difícil de tu historia personal, el lugar estrecho, los Meitzarim, cuando tu corazón se sintió oprimido y tu espíritu sediento de agua que no estabas seguro dónde encontrar.

Tal vez sea porque nuestras historias nos hacen quienes somos y la única manera de alcanzar plenamente el lugar de la promesa es traer todo lo que hemos sido, incluso las partes mas difíciles o las cosas acerca de nosotros mismos con las que luchamos, las que duelen o lloran.

Como Pueblo hemos narrado las memorias y relatado la historia de quiénes somos durante más tiempo y con más devoción que cualquier otro pueblo sobre la faz de la tierra.

Por eso sentimos y percibimos tan rica, a veces atronadora, la identidad judía que portamos y que elegimos recrear en cada una de nuestras acciones.

Hoy es el día de luna llena de Elul, el último mes del año, en el que de una manera u otra miramos hacia atrás, hacia el camino transitado, los aprendizajes adquiridos, las experiencias vividas que quisiéramos repetir y las otras de las que nos queremos alejar.

En una época en la que las memorias de las computadoras, los smartphones y la AI, crecen exponencialmente; mientras nuestros recuerdos se alojan muchas veces en “la nube”, encuentro en los primeros versículos de Ki Tavo, en este Shabat iluminado por la luna en su plenitud, un mensaje importante para cada uno de nosotros y tal vez para la humanidad toda. 

No podemos delegar memoria en las máquinas, tenemos la obligación de revisitarla y remozarla periódicamente y narrarla a nuestros hijos y nietos.

 Winston Churchill dijo: “Cuanto más puedas mirar hacia atrás, más lejos podrás ver hacia adelante” , o para decirlo de otra manera: quienes podamos y sigamos contando  la historia de nuestro  pasado ya habremos  comenzado a construir el futuro de nuestros hijos y quienes les sucedan.

SHABAT SHALOM UMEBORAJ