REFLEXIONES A 34 AÑOS DE UNA NUEVA CONMEMORACIÓN DEL GOLPE MILITAR

Uno de los más importantes valores de la tradición judía es honrar la memoria y preservarla del olvido a través de los tiempos.

Creemos necesario recordar, en el marco del pasado histórico reciente de nuestro país y en relación a los crímenes del terrorismo de estado vigente en los años de la dictadura militar, a quienes sufrieron en carne propia los vejámenes, la desaparición, y la muerte.

Lo hacemos porque tenemos un compromiso con la memoria, con la justicia y con la vida.

Porque creemos en una sociedad basada en el diálogo y la convivencia en la diversidad.

Porque debemos garantizar el respeto por los derechos de cada individuo. Porque tenemos la certeza de estar cumpliendo con los mandatos de la ética del judaísmo.

Rabán Shimón Ben Gamliel dijo:

«Sobre tres cosas se sostiene el mundo: La justicia, la verdad y la paz, según fue dicho: «Juzgad en vuestras puertas verdad y juicio de paz».

En el Libro de Bereshit encontramos que después que el Todopoderoso hubo creado la tierra, su mandamiento fue el siguiente:

«Produzca la Tierra hierba verde… ( דשא en hebreo)».

Con las 3 letras de la palabra “deshe” comienzan, respectivamente, las palabras din, shalom y emet (justicia, paz y verdad). En consecuencia, esto sugeriría que si este mundo recién creado deseaba perdurar, debía producir primero deshe: justicia, paz y verdad.

Estos son los fundamentos de la sociedad sin los cuales las buenas relaciones entre los hombres resultan imposibles.

 ¿ALGUNA VEZ TE PREGUNTASTE QUÉ PESO TIENE LA PALABRA DESAPARECIDO?

“Desaparecido. Extraña palabra. La usamos tan a menudo para cosas intrascendentes. Mi lápiz desapareció. ¿Alguien se llevó mi encendedor?, ha desaparecido. ¿Pero cuan ha menudo has dicho «Mi hijo ha  Desapa-recido», «Mi padre ha desaparecido», «Mi hija ha desaparecido», «Mi nieta ha desaparecido»? ¿Pueden imaginar ustedes el horror de tener que decir. «Es uno de los desaparecidos», o, peor aún, «La hicieron desaparecer»?

¿Qué significa ser un desaparecido? ¿Cómo ocurrió? ¿Quién supo de ello? ¿Quién hizo algo para ayudar? ¿Quién seleccionó a los que iban a desaparecer? ¿Hubo alguna razón para que ocurriera?

¿Siguieron las desapariciones una pauta determinada? ¿Cómo es vivir en una ciudad altamente sofisticada y cosmopolita como Buenos Aires y enterarse, en el colegio o en la universidad o en el trabajo, que el muchacho o la muchacha o el hombre o la mujer que hasta ayer se sentaban a tu lado desapareció anoche? ¿Cómo es entrar al dormitorio  de un ser querido y no encontrarlo, no hoy, no mañana, nunca? ¿Cómo es estar de duelo sin cadáver que enterrar? ¿Cómo ha de ser no tener ni la más leve noción de lo ocurrido a tu hijo o tu hija o hermano o hermana o amigo?

No puedo borrar el dolor, la ansiedad o la mirada escrutadora de esos ojos de padres y madres y abuelos y hermanos y hermanas y amigos que tras tantos años todavía aguardan una noticia del ser querido que les fuera salvajemente arrebatado por las fuerzas del mal en guisa de seres humanos. Oirán el llamado de esos seres queridos en sus corazones y en sus cuerpos hasta el día de su muerte, y quizás más allá de él. Y yo he de oír esos mismos gritos, como he de oír el maldito silencio de los millones que permanecieron insensibles a tanto sufrimiento, a tantas lágrimas, a tanta agonía, a tanto salvajismo. Estas son mis pesadillas. «

Marshall T. Meyer   
“El legado del autoritarismo: derechos humanos y antisemitismo en la Argentina contemporánea”,          
Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1995.
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